miércoles, 15 de febrero de 2012

Osudo frenesí



Penumbra memorable


He despertado sin saber una vez mas que encontrare en la calle, aun tengo en la mente la imagen de aquel viernes pasado, donde esos hombres encapuchados me apuntaban con sus armas y una pequeña niña solloza le pide a su padre que despierte.

Hoy no deseo salir, no deseo arreglarme,el pueblo a perdido su color,  la selva ha perdido su encanto, solo quiero quedarme aquí, en mi cuarto, contemplando las fotos de mi niñez y de los bueno tiempos vividos con la familia en pucallpa.

Mañana tengo que viajar a Huanuco, debo ir por el cadáver de mi tío Enrique, un buen hombre, que fue asesinado hace dos días por la milicia, acusado de activista.

Las horas han pasado rápido. cojo una pequeña mochila con lo básico para el viaje, la situación no me permite llevar mucho equipaje conmigo.

Salgo de la casa con cautela, debo andar con cuidado, esquivando los objetos en la calle, ya que ni un papel en el suelo de esta ciudad es seguro.

Llego a la estación sin apuro alguno, toda esta situación es deprimente, solo espero al igual que muchos en este país que esto acabe pronto. en el camino mientras cruzaba cada calle y doblaba cada esquina, vi muchos cadáveres de perros colgados en postes de luz, cuerpos de personas extranjeras y pobladores, en las puertas de algunas casas.

Estamos en camino a Huanuco, con la esperanza de la situación sea mejor que en Pucallpa.

En el kilómetro 21 de la carretera hemos parado, un grupo de encapuchados han parado el bus colocándose en la mitad de la pista, al vernos ha vuelto a mi aquel recuerdo de sus armas y la pequeña niña llorando por su padre. al bajar me paro junto al chofer, viendo con temor como uno de ellos se nos acerca, el chofer me ha advertido de no decir nada, solo se ha acercado para pedir cupo, una especie de cuota para poder pasar.

Aquel hombre nos bombardea de preguntas, ¿A donde van?, ¿Para que van?, ¿A que se dedican?. no puedo decirle que voy por el cuerpo de mi tío, podría asesinarme. El chofer ha respondido que estamos yendo a trabajar en las chacras de azúcar, debido a la situación en Pucallpa.

Al hombre no le importa mucho las explicaciones, nos exige dinero mientras sus colaboradores nos tienen rodeados y nos apuntan con sus armas.

Siguiendo el camino, la estación esta a dos cuadras, ya estamos en Huanuco. el panorama esta despejado, hay poca gente en las calles y poca actividad comercial, pero todo se ve calmado.

Camino hasta la morgue de la ciudad, ahí me espera el cuerpo de mi tío. Llego y veo muchos militares, cuerpos formados en filas en el suelo y mucha gente llorando a gritos la perdida de algún ser querido.

Luego del entierro tuve que huir de Huanuco, la ciudad había sido tomada por los encapuchados, los terroristas habían iniciado una guerra interna contra el gobierno. Cientos murieron, decenas de atentados ocurrieron, y hoy me encuentro aquí, en una Lima que temerosa ha ido de a pocos recuperandose de una etapa dura, una etapa que aun no ha terminado.
Ávila Rodríguez, Roberto 

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